domingo, 11 de octubre de 2015

Comprender a los niños "VAGOS"

¿Alguna vez te han llamado vago? ¿Alguna vez has pensado que alguien es vago o perezoso sin ningún motivo? O peor ¿Alguna vez tu mismo creíste ser un vago? A continuación podréis leer un cuento que he escrito para adultos, con el que pretendo acercarme a lo que en el fondo sienten todas las personas (especialmente los niños) cuando muestran actitudes de pereza y se les llama vagos.
Toda la vida se ha criticado muy rápidamente esta actitud. Cuando un alumno no realizaba las tareas indicadas por el profesor o no aprobaba los exámenes, era muy común calificarle inmediatamente de vago, tanto en la escuela como en su propia casa.
Sin embargo, creo que ayuda mucho más intentar comprender por qué ocurre esto, que criticar y calificar a una persona de “vaga”, e intentando que esa persona cambie su actitud a base de hacerla sentirse mal.
Mi objetivo con esta nueva entrada en mi blog, es mostrar a través de esta historia los motivos y las causas que personalmente creo que hacen que las personas, y especialmente a los niños, tengan esta actitud en ciertos momentos y así nos sea más fácil comprenderlas con el fin de mejorar la educación.

La guapa Mery

Me llamo Gus, acabo de cumplir dieciocho años y soy un joven cerdito, gordito y apetitoso. Me encanta revolcarme por el barro, estar tumbado en mi sofá de paja, tirarme pedos, comer flores, manzanas, uvas, fresas, madalenas, napolitanas con crema, galletas con chocolate y beber leche condensada. Vivo solo en una casita de ladrillo que construimos mi hermano mayor y yo para mí el mes pasado. Aunque creo que voy a tener que reparar el tejado, que es la parte que me tocó a mí, porque ya se está empezando a derrumbar.
Podría decir que soy un cerdito feliz si no fuera por mi hermano mayor, que últimamente no hace más que venir a mi casa a decirme que vaya a trabajar a la huerta de padre, que haga ejercicio, que sea ordenado y limpio, que no deje todas las tareas de la casa para el mismo día de la semana, que aprenda a cocinar, que coma sano y no llegue tarde a los sitios. Pero es que parece que no entiende que yo vivo solo y no puedo hacer todo eso.
 Esta noche tenemos cena en su casa a las 9 con su novia para cenar los 3, que en verdad lo prefiero porque así no tengo que hacerme la cena ni fregar los platos. Intentaré ponerme un pantalón vaquero y una camiseta que no esté muy arrugada. Encima hasta las ocho y media que tenga que empezar a prepararme tengo todo el tiempo libre del mundo. Creo que voy a echarme la siesta.
Ring Ring! Ring Ring! Joder vaya susto me ha dado el teléfono. Ring Ring!
¾      dígame
¾      Gus estás ya preparado?
¾      ¿Pero quién eres?
¾      Soy tu hermano ¿Qué pasa es que no reconoces ni mi voz?

Vaya, es mi hermano. ¿Qué hora es? Dios mío son las nueve menos diez, me he tirado toda la tarde durmiendo en mi sofá paja.
¾      Si hermano ya estoy vestido y saliendo de mi casa
¾      Perfecto pues aquí te esperamos, adiós!

Vaya! voy a llegar tarde si o si. Pero bueno tampoco creo que pase nada por llegar 10 minutos tarde. Spain is different!  Aun así debo apresurarme o mi hermano me va a regañar.
Fui corriendo al armario y me vestí con lo primero que encontré, que fueron unos pantalones vaqueros marrones que me ponía siempre en las ocasiones especiales. El problema eran las camisetas que las tenía todas arrugadas porque me daba mucha pereza plancharlas, entonces no me quedó más remedio que ponerme cualquiera porque estaban todas igual.
Llegué tarde, y cuando llegué allí todos estaban esperándome, sin embargo, mi hermano no me regañó, si no que estaba contento, cosa que me pareció extraña. Al parecer no éramos 3, si no 4. La novia de mi hermano se había traído a una amiguita.
¾      Hola Gus, soy Mery encantada.
¾      Hola Mery

Era una cerdita preciosa. Tenía los labios pintados de rojo, los ojos claros grandes y redondos, el cabello largo y oscurito, llevaba las pezuñas pintadas de rojo, a juego con sus labios y encima se había echado colonia. En ese momento me sentí avergonzado debido a las pintas que llevaba. Lamenté que no me lo hubieran advertido, - No es justo!- pensé.
Nos sentamos todos en la mesa y comenzamos a cenar. Mi hermano había preparado una ensalada con zanahoria, tomate, atún y otras verduras. La cena no es que me apasionara mucho dada la escasez de sabor dulce, pero por una vez en la vida comencé a cenar finamente utilizando el cuchillo y el tenedor. Mi hermano y su novia comenzaron a hablar de sus cosas mientras que Mery y yo cenábamos en silencio. Mi hermano para que empezáramos a hablar un poco me preguntó que había hecho toda la tarde, pregunta que iba con puya. En ese momento me volví a sentir avergonzado de nuevo, y no respondí con una verdad:
¾      Pues he estado aprendiendo a cocinar y me he hecho un pastel de fresa.
¾      ¿En serio? Qué gran noticia. – Respondió mi hermano.
¾      Me encanta el pastel de fresa! - Respondió Mery sonriendo e ilusionada.
¾      Hala qué bien! Pues ya tenemos algo en común – Respondí yo. Y me reí.
Todos nos empezamos a reír. De repente, el teléfono del salón comenzó a sonar. A esas horas siempre era padre que solía llamar a mi hermano para hablar del duro trabajo en la huerta. Mi hermano se levantó a por el teléfono y su novia le acompañó. Me quedé a solas con Mery.
¾      Pues me alegro un montón de que cocines, eso demuestra que eres chico aplicado. - Me dijo Mery.
¾      Si, si, bueno, bueno...- contesté rascándome el pelo.
¾      Pues que sepas que tu hermano me ha dicho donde vives y todos los días paso por al lado de tu casa para ir a mi huerta. ¿si quieres mañana me paso un momento y pruebo de tu pastel?
Me encantaría poder decirla que sí, pero no era una buena idea ya que le había mentido. Yo no había hecho ningún pastel y mi casa era una auténtica pocilga.
¾      Uff es que mañana no creo que pueda ( me sentí otra vez muy mal)
¾      Ah!! jolín pues entonces nada – respondió Mery desilusionada.
Madre mía, pero que hago rechazando yo a esta cerdita tan maravillosa. Quien sabe cuando volveré a tener una oportunidad así. Quizás nunca. Me sentí muy mal, si supiera cocinar mañana podría pasar un maravilloso día y conocer a la gran Mery. Pero no solo era cocinar, era la casa en general. Sin embargo no podía soportar su carita de desilusionada de Mery, ella no se merecía eso. Entonces, sin saber cómo, de mi boca salieron las siguientes palabras:
¾      Bueno, igual puede que a partir de las 5 de la tarde esté libre.
¾      Genial! Pues allí estaré! Nos lo pasaremos muy bien! - Respondió Mery muy contenta e ilusionada dando palmitas.

En ese momento asumí que me iba a levantar a las 7 de la mañana, arreglaría el tejado, limpiaría toda la casa entera y que aprendería a planchar y a cocinar yo solito.

Mi hermano y su novia llegaron y el resto de la cena fue bastante normal. Yo estaba muy callado pensando en todo lo que tenía que hacer mañana por la mañana.

CLIIN,CLIN,CLIN,CLIN... El despertador sonó, pero yo ya estaba despierto. Aun así me lleve un susto porque lo había puesto el volumen al máximo para que no hubiese ninguna posibilidad de quedarme dormido. Mis ganas de levantarme eran totalmente nulas, deliraba con seguir acostado tan a gusto arropado y calentito entre mis sabanitas, las excusas bombardeaban mi cabeza una detrás de otra pum pum pum! Pero cada vez que se me venía la imagen de Mery a la cabeza nacía de mí una fuerza interior capaz de aniquilar cualquier excusa.

Lo primero a lo que me dediqué fue a arreglar el tejado. Cogí unas cuerdas muy muy fuertes, me subí a la escalera y uní bien fuerte las dos vigas de madera que sujetaban el techo. Eso ya no se caería jamás. Luego lo tapé con unas tablas de madera y di varias capas de pintura con un pincel. Quedó muy bien y en total tardé casi 3 horas.

Después me dediqué a recoger toda la casa, la ropa sucia, cambiar las sábanas, quitar el polvo de los muebles, barrer las migas del salón. Limpiar y desatrancar el fregadero y el baño. Dejé la casa como diría padre “como los chorros de loro” Si padre me viera se sentiría orgulloso de mí. Tardé 3 horas en todo aquello y ya eran las 13:00. Ahora tocaba lo más difícil, el pastel. Abrí la nevera y lo único que tenía era chocolate blanco, helados, pizzas de microondas y una manzana para compensar  mi mala alimentación. Tenía que ir al pueblo lo más rápido posible a comprar algo porque un pastel de pizza no creo que fuera un buen invento. Cogí la bicicleta, sí aquella bicicleta nueva que me regalaron hace 2 años para ir a la huerta y no utilicé nunca. Fui pedaleando hacia el pueblo corriendo a toda velocidad con las ruedas desinfladas, sudando como un cerdo, todo cuesta arriba y completamente sofocado. Llegué a una panadería y pedí los 5 ingredientes que se me habían ocurrido: Pan, nata, fresas y sílopes de fresa y chocolate. Cuando salí de la panadería, la bicicleta ya no estaba. Alguien se la había llevado. Una lástima porque para volver era todo cuesta abajo y al final me tuve que ir a casa haciendo footing, otra vez sofocado y con las bolsas de la compra porque no me daba tiempo.

Llegué a casa, bebí mucha agua, dejé las bolsas de la compra y me noté algo ligero. Es posible que con tanto ejercicio de golpe uno pudiera incluso llegar a perder peso en una mañana.
Eran las 2 de la tarde y me quedaban 3 horas para hacer el pastel. Comencé con el pan, le di la forma que yo quería y cuando terminé lo rellené de nata. Por arriba le di otra capa de nata, puse las fresas y eché los 2 sílopes escribiendo del nombre de Mery. Luego tuve que hacerle una foto.

Ya eran las 4 cuando terminé, el pastel estaba listo, todo perfecto y aún faltaba una hora hasta que viniera Mery. Me fui a duchar ya más tranquilamente, preparé ropa limpia, y mientras planchaba un polo gris que me iba a poner. Estaba muy contento, sabía que en breves instantes estaría compartiendo un dulce pastel con la guapa Mery solos en mi casita limpia. Por ello mientras planchaba escuchaba la canción de Nancy Sinatra “This boots are made for walking”. Para motivarme y animarme todavía más. Hacía años que no me sentía con tanta energía.

Eran las cinco menos cinco y me senté en el sofá a esperar que llegase. Estaba un pelín nerviosos y no paraba de mover una pierna. De repente sonó el timbre de la puerta y fui inmediatamente a abrir la puerta. Al abrir apareció mi hermano que quedó completamente alucinado al ver mi casa. Entonces me dijo:

- Hermano mío, lo siento mucho, Mery no va a venir. En realidad todo esto era un montaje nuestro para que espabilaras un poco y para ver si eras capaz de recoger la casa tu solo y no ser tan vago.
Automáticamente cerré la puerta de mi casa, aún sin todavía haber borrado la sonrisa con la que la abrí unos pocos segundos antes. Mi mente se quedó paralizada con la información que acababa de recibir.
– No puede ser-, -Esto no puede ser verdad, ayer a la chica se la notaba mucho que quería venir-, - Tiene que ser una alucinación mía-. Pensé.

Volví a mirar hacia la puerta y en vez de abrirla otra vez, miré por la mirilla para asegurarme de que todo había sido una alucinación. Pero no, no lo era. A través de la mirilla puede volver a observar a mi hermano mirando a la puerta, bastante serio y con cara de creer estar dándome una lección de vida. En ese momento supe que era verdad, que por desgracia no era una broma, que yo a esa chica no iba a volver a verla nunca.

Fui despacito caminando hacia el salón mirando al suelo hasta sentarme en el sofá. Después, observé el sofá durante unos instantes. Estaba perfectamente limpio, con los cojines perfectamente puestos y encajados, sin una sola arruga en la fina manta de algodón que lo recubría, sin un solo resto de una sola miga de pan o mancha de cualquier otro día. Después observé el resto de la casa, limpia, con un olor nuevo, limpio y sano. El techo perfectamente arreglado con la pintura ya seca, que a diferencia del anterior producía una sensación de seguridad, sencillez y originalidad.  Comencé a creer en verdad, que mi hermano tiene razón, que he sido un vago toda mi vida y él, aunque de muy mala manera, me ha dado una lección.

Momentos después, la puerta de mi casa se abrió y mi hermano entró a casa. Al entrar, al mismo tiempo que él también alucinaba por como yo había dejado la casa, sonreía porque la razón estaba de su parte. Entonces se acerco a mí y me dijo:
- Hermano mío, se que puede parecer cruel lo que te hemos hecho, pero padre y yo ya no sabíamos que hacer contigo. Últimamente no te da la gana venir a la huerta. Tienes la casa hecha siempre una pocilga. Pero después de esto, ya no te vale la excusa de que tu solo no puedes hacer todo. Has demostrado que con esfuerzo puedes hacer todo lo que te decimos. A sí que mañana por la mañana tienes que ir a la huerta que hay mucho trabajo que hacer. A demás tú tienes mucho trabajo acumulado por haber faltado tanto estos días.

De alguna forma las palabras de mi hermano me hirieron y en ese momento no supe rebatirle tanto argumento lógico lo que me hizo sentir muy frustrado y mal. Sin embargo, después de oír a mi hermano decirme todo eso comencé a comprender lo que ocurría en realidad:

 Yo no era ningún vago y ninguna persona es vaga. Lo que pasa es que toda la vida las personas mayores me han dicho lo que tenía que hacer porque ellos, por el hecho de ser mayores, han creído que sabían que era lo mejor para mí.

Desde que era muy pequeño, ellos han querido decidir cómo tendría que ser mi vida, mi futuro, incluso mi personalidad, sin tener en cuenta mis talentos y las cosas que más me motivaban hacer. Crecí pensando que por ser pequeño era un ignorante y que obligatoriamente tendría que aprender de los mayores y buscar una persona de referencia para “llegar ser alguien”, cuando en ese momento yo ya era alguien.

Crecí haciendo a desgana lo que los demás me decían que tenía que hacer según ellos por mi bien, en muchas ocasiones sacrificándome y esforzarme por cosas que a día de hoy, ni me han hecho más feliz, ni me han servido prácticamente para nada. Cuando en la escuela me alegraba al aprobar un examen, no lo hacía por haber aprendido algo, lo hacía por el peso y la presión que me había quitado de encima al no tener que repetirlo más.

Ahora no sé nada de mí, ni lo que me gusta, ni lo que se me da bien ni nada, ni si quiera tengo personalidad, no me conozco a mí mismo, no sé quién soy, y lo único que me motiva en mi vida es el placer de la comida, de la bebida, del sueño y del sexo.


Verdaderamente no existen las personas vagas, existen las personas desmotivadas y las personas que todos los días se ven obligadas a recorrer un camino que no es el suyo.

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