martes, 27 de octubre de 2015

Trabajo del Bloque 2 (CORREGIDO)

Adaptación del cuento “Toda clase de pieles” para niños con edades comprendidas entre 8 y 9 años (Segundo ciclo de educación primaria)

Había una vez, hace muchos años, en un castillo muy grande vivían un rey y una reina junto con su bebe recién nacido. El bebe era una dulce niña que se llamaba Lucía y que se parecía mucho a su mamá, porque tenía el cabello rubio y los ojos claros como ella.

Una mañana la reina salió sola a montar a caballo por el bosque. El cielo estaba nublado y se oscurecía cada vez más. En cualquier momento podía haber una tormenta, con lo cual la reina decidió regresar a casa con su hija y con su esposo. De repente sonó un relámpago que hizo un ruido espantoso, que asustó mucho a la reina y a su caballo. El caballo, preso del pánico, hizo un movimiento muy brusco, con tan mala suerte que la reina se cayó al suelo. Inmediatamente, los soldados del rey que vigilaban el castillo, fueron a socorrer a la reina. Cuando llegaron, se encontraron a la reina tendida sobre el suelo y herida de gravedad. Los soldados la llevaron al castillo para que un médico intentase salvar su vida e informaron al rey de lo acontecido.  La reina sabía que era posible que no sobreviviese y no quería que su esposo y su hija crecieran solos. A demás tenían que tener un hijo para dejar descendencia. Por ello, cuando llegó el rey con Lucía para verla, ella le pidió que si no sobrevivía, que se casase con otra mujer. Sin embargo, le puso la condición de que esta mujer tenía que ser rubia con los ojos claros, al igual que ella. También le pidió que Lucía de mayor llevase su anillo. Varios minutos después la reina murió.

Pasaron unos años y Lucía iba creciendo.  Jugaba con su papá, con sus amigas, con sus animales… Su papá, tal y como prometió a la reina, llevaba tiempo buscando una mujer que tuviese los ojos claros y el cabello rubio para contraer de nuevo matrimonio. Pero desafortunadamente no encontraba una mujer así por ningún lado.

Pasaron los años y Lucía ya era una chica de 18 años. El rey estaba triste porque no había encontrado una mujer con los ojos claros y el pelo rubio. Tampoco puedo cumplir la promesa de que Lucía no creciera solo con él, y tampoco iba a poder cumplir la promesa de tener un hijo y dejar una descendencia.

 Una tarde, se celebraba una enorme fiesta en el palacio con motivo de la unión de dos reinos. Uno era el reino del padre de Lucía y el otro era el reino del príncipe Bolsón.  El Rey entabló una larga conversación con el príncipe Bolsón. El rey y se dio cuenta de que ya estaba mayor y que pronto tendría que cederle el trono a su hija. Sin embargo para que eso ocurriese, Lucía tendría que casarse con otro príncipe.

El rey pensó que si lucía se casaba con el príncipe Bolsón, podrían unirse los reinos y hacerse más fuertes y poderosos. Podrían ganar batallas y conquistar nuevos reinos. Sin embargo, para que ello ocurriese, Lucía tendría que aceptar casarse con el rey Bolsón.

Una noche, durante la cena en el salón del palacio, el rey le comentó a Lucía que pronto heredaría su trono, y que tenía que casarse con el rey Bolsón. También le comentó que era necesario hacerlo por el bien de su reino y que no podría rechazar esta oportunidad.

Lucía se sintió acorralada porque no quería casarse con el príncipe Bolsón y al parecer no podía decir que no. Pero finalmente Lucía aceptó casarse con el príncipe Bolsón

Sin embargo, Lucía era una chica muy inteligente y para ganar tiempo, le dijo a su padre que tenía que hacerle una serie de regalos antes de casarse: El primero era un vestido tan dorado como el sol, el segundo un vestido tan dorado como la luna y el tercero tan brillante como las estrellas. El rey ordenó a todas las personas del reino fabricar esos tres vestidos y mientras Lucía esperaba que sucediera algo para que su padre cambiase de opinión. Sin embargo en unos pocos días el rey ya tenía los vestidos preparados. Entonces, Lucía para ganar más tiempo decidió pedir fabricar un vestido que se tardase mucho en fabricar. Para ello, le dijo a su padre que el último vestido que quería antes de la boda era un abrigo fabricado con las pieles de todos los animales que existían en el mundo. El rey aceptó su petición ya que con todo su poder sabía que en poco tiempo lo tendría realizado. Lucía aún tenía esperanzas de que algo ocurriese no se casara con el príncipe Bolsón.

Finalmente, después de una semana más, un día que Lucía estaba en su habitación vio aparecer a su padre con el vestido de todas las pieles. Lucía aceptó casarse al día siguiente.

Aquella noche, se quedo dormida en su habitación y soñó que conocía a un chico guapo de su edad y que lo pasaban bien juntos. De repente se despertó y se dio cuenta que no podía casarse con un chico que no le gustaba. Entonces, cuando aún no había amanecido, Lucía escapó del castillo y de todo el reino a lomos de Bucéfalo, su caballo preferido.

 Los dos Recorrieron miles de kilómetros por el bosque durante varias semanas. La vegetación era muy abundante, los árboles proporcionaban refugio. Lucía y Bucéfalo se alimentaban de las frutas del bosque. El abrigo de pieles de Lucía era muy calentito para no pasar frio y Bucéfalo era un excelente compañero y amigo de Lucía a quien protegería ante cualquier peligro. Por las noches, Lucía le contaba cuentos a Bucéfalo mientras le acariciaba la frente y el cuello hasta  que los dos quedaban dormidos.

Una mañana Bucéfalo y Lucía se encontraron ante un viejo puente por el que tenían que pasar para cruzar un peligroso rio que bajaba furiosamente por todo el valle. El puente era de madera y a cada paso que daban la madera hacia ruidos que indicaban que no soportaban el peso de bucéfalo. Finalmente, la madera cedió, el puente se rompió y los dos cayeron al agua. Lucía se agarró fuertemente a Bucéfalo que intentaba nadar mientras la fuerte corriente les arrastró hacia abajo. Pasaron momentos de miedo porque podían ahogarse, pero Bucéfalo logró atrapar un tronco de árbol muy ancho que flotaba y ambos pudieron agarrarse a él y sobrevivir. El agua del rio cada vez se calmaba más. Tanto Lucía como Bucéfalo se calmaron y se dejaron llevar por la corriente observando el paisaje sin saber hasta donde les estaba arrastrando. Finalmente llegaron a una especie de playa en donde el rio desembocaba en el mar.

Lucía y Bucéfalo lograron salir del agua después de varias horas y comenzaron a caminar por la arena.  Estaban muy cansados, tenían mucha hambre y no sabían hacia dónde ir.  Ambos habían adelgazado mucho y ya  no se encontraban tan fuertes como antes. Habían pasado hambre, mucho miedo y Lucía tenía dolores de espalda. Su cabello estaba muy sucio, así como su rostro y las manos. Caminaron durante todo el día hasta la noche. Cuando todo estaba muy oscuro, decidieron pararse a dormir bajo unas palmeras. De pronto a lo lejos, Lucía pudo ver unas luces que parecían unas hogueras. Poco a poco ambos fueron acercándose hasta que de pronto, unos perros comenzaron a ladrar  y a acercarse a ellos. Tras los ladridos de los perros, se oían voces humanas. Lucía pudo ver que se le acercaban tres hombres con tres perros porque uno de ellos llevaba una antorcha para ver en la oscuridad.

Cuando los hombres llegaron y vieron a Lucía, se quedaron sorprendidos por las condiciones en las que estaba. La trataron muy bien, ya que era una chica muy joven, y la llevaron con su caballo al pueblo, que se encontraba en fiestas. Durante el camino, ella dijo que había huido de su reino, pero no le dijo que era hija de un rey. Finalmente la llevaron a casa de un anciano muy sabio que vivía solo, que le proporcionó un cómodo alojamiento y le preparó un plato de sopa caliente. Así Lucía pudo descansar y recuperar todas la fuerzas ya que lo había pasado realmente mal.

Al día siguiente, Lucía se despertó descansada y llena de energía. Salió de la habitación para ir a la cocina  y desayunar. De pronto alguien llamó a la puerta de la casa y Lucía abrió la puerta. Apareció un chico joven, moreno y de la edad de Lucía. Preguntaba por el anciano, pero al parecer no estaba. El chico joven se interesó por Lucía y le preguntó que quien era. Lucía no quiso contarle mucho acerca de ella y el Chico joven se marchó.

Al caer la tarde, el anciano no había vuelto. El chico joven volvió a buscarle y se encontró de nuevo con Lucía. Volvieron a quedarse hablando durante un rato. El chico se presentó y dijo que se llamaba Arturo.  Preguntó a Lucía que como era posible que tuviera el abrigo de todas las pieles de los animales. Lucía, que no se la daba muy bien inventarse historias, dijo que las pieles no eran de verdad. Sin embargo Arturo insistió porque sabía que si eran de verdad y que Lucía ocultaba algo. Lucia tenía miedo de que supiesen que era hija de un Rey, porque pensaba que si la descubrían, podrían llevarla de nuevo a su reino junto con su padre por no arriesgarse a tener una futura disputa. Finalmente, Lucía se cansó y le gritó a Arturo que las pieles eran de mentira.  Arturo se asustó y se marchó.

Por la noche el sabio anciano llegó a casa. Cenó con Lucía tranquilamente y ella le comentó que había venido a buscarle un chico llamado Arturo. El anciano, le dijo a Lucía que Arturo era el Hijo del rey. Que era el príncipe y futuro rey de este reino y que solía venir a esta casa hablar con él para recibir sus consejos.

Más tarde comenzó a sonar música. Era una semana de fiestas y todas las noches había espectáculos, cánticos y bailes. El anciano animó a Lucía a ir a la fiesta, pero esta se negaba porque no conocía a nadie. Finalmente, el anciano acompañó a Lucía a la fiesta para que no fuese sola.
Pasaron un par de horas mientras Lucía disfrutaba de los espectáculos con fuego que hacían los ciudadanos, y también de las canciones y los bailes. De pronto, apareció Arturo y le pidió bailar a Lucía, pero esta se negó. Sin embargo, el anciano le insistió y finalmente Lucía bailo con Arturo toda la noche.

Cuando el baile llegó a su fin y todo el mundo volvía a sus casas, Lucía y Arturo se fueron a despedir. De repente, Arturo intentó besar a Lucía. Inmediatamente Lucía apartó su cara para evitarlo y se fue a casa. Sin embargo, antes de que Lucía se alejara lo suficiente como para no escuchar, Arturo le dijo:
-       Sé que eres hija de un Rey!
Lucía se quedó paralizada y se preguntaba cómo era posible.
¿Por qué crees eso? – Preguntó Lucía
Porque llevas un anillo que solo lo llevan las reinas de los castillos – Respondió Arturo.
Lucía se sintió muy torpe al no haberse deshecho de él y también sintió miedo por lo que podía sucederle a partir de ahora. Sin embargo, Arturo ante tal situación le dijo lo siguiente:
-       Lucía se que si nos has estado ocultado a todos quien eres, probablemente es porque no quieres volver a ese lugar y temes aceptar un destino cruel que no te mereces. A sí que no te preocupes, yo guardaré silencio. Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras y si tienes cualquier problema yo cuidaré de ti.

Al oír eso Lucía sintió un gran alivio y abrazó al príncipe Arturo. Aquellas palabras de Arturo le dieron la oportunidad a Lucía de volver a soñar con enamorarse de un chico de su edad y de crear una familia. 


Adaptaciones:

La principal adaptaciones que he realizado han sido:

 -La sintaxis, dando lugar a oraciones más simples, fáciles de leer y descripciones sencillas (sin un exceso de adjetivos). El objetivo de ello es facilitar la comprensión y facilitar que se mantenga la atención. 

- Vocabulario sencillo y adaptado a su edad, pero incluyendo también algunas palabras más adultas para que aprendan palabras nuevas.

- Hilo argumental.  No lo he cambiado mucho, ya que al realizar la adaptación y cambiar mucho el argumento se puede perder el cuento folclórico original, sin saber que esta adaptación procede de él.  Sin embargo si he procurado mantener el esqueleto de la historia pero cambiando los personajes. Ello me ha hecho dudar y al final me ha quedado más largo de lo que esperaba.



Fuentes consultadas

Búsquedas procedentes del google académico:
http://www.jstor.org/stable/30203629?seq=1#page_scan_tab_contents
http://rlp.culturaspopulares.org/textos/12/07-Hernandez.pdf

domingo, 11 de octubre de 2015

Comprender a los niños "VAGOS"

¿Alguna vez te han llamado vago? ¿Alguna vez has pensado que alguien es vago o perezoso sin ningún motivo? O peor ¿Alguna vez tu mismo creíste ser un vago? A continuación podréis leer un cuento que he escrito para adultos, con el que pretendo acercarme a lo que en el fondo sienten todas las personas (especialmente los niños) cuando muestran actitudes de pereza y se les llama vagos.
Toda la vida se ha criticado muy rápidamente esta actitud. Cuando un alumno no realizaba las tareas indicadas por el profesor o no aprobaba los exámenes, era muy común calificarle inmediatamente de vago, tanto en la escuela como en su propia casa.
Sin embargo, creo que ayuda mucho más intentar comprender por qué ocurre esto, que criticar y calificar a una persona de “vaga”, e intentando que esa persona cambie su actitud a base de hacerla sentirse mal.
Mi objetivo con esta nueva entrada en mi blog, es mostrar a través de esta historia los motivos y las causas que personalmente creo que hacen que las personas, y especialmente a los niños, tengan esta actitud en ciertos momentos y así nos sea más fácil comprenderlas con el fin de mejorar la educación.

La guapa Mery

Me llamo Gus, acabo de cumplir dieciocho años y soy un joven cerdito, gordito y apetitoso. Me encanta revolcarme por el barro, estar tumbado en mi sofá de paja, tirarme pedos, comer flores, manzanas, uvas, fresas, madalenas, napolitanas con crema, galletas con chocolate y beber leche condensada. Vivo solo en una casita de ladrillo que construimos mi hermano mayor y yo para mí el mes pasado. Aunque creo que voy a tener que reparar el tejado, que es la parte que me tocó a mí, porque ya se está empezando a derrumbar.
Podría decir que soy un cerdito feliz si no fuera por mi hermano mayor, que últimamente no hace más que venir a mi casa a decirme que vaya a trabajar a la huerta de padre, que haga ejercicio, que sea ordenado y limpio, que no deje todas las tareas de la casa para el mismo día de la semana, que aprenda a cocinar, que coma sano y no llegue tarde a los sitios. Pero es que parece que no entiende que yo vivo solo y no puedo hacer todo eso.
 Esta noche tenemos cena en su casa a las 9 con su novia para cenar los 3, que en verdad lo prefiero porque así no tengo que hacerme la cena ni fregar los platos. Intentaré ponerme un pantalón vaquero y una camiseta que no esté muy arrugada. Encima hasta las ocho y media que tenga que empezar a prepararme tengo todo el tiempo libre del mundo. Creo que voy a echarme la siesta.
Ring Ring! Ring Ring! Joder vaya susto me ha dado el teléfono. Ring Ring!
¾      dígame
¾      Gus estás ya preparado?
¾      ¿Pero quién eres?
¾      Soy tu hermano ¿Qué pasa es que no reconoces ni mi voz?

Vaya, es mi hermano. ¿Qué hora es? Dios mío son las nueve menos diez, me he tirado toda la tarde durmiendo en mi sofá paja.
¾      Si hermano ya estoy vestido y saliendo de mi casa
¾      Perfecto pues aquí te esperamos, adiós!

Vaya! voy a llegar tarde si o si. Pero bueno tampoco creo que pase nada por llegar 10 minutos tarde. Spain is different!  Aun así debo apresurarme o mi hermano me va a regañar.
Fui corriendo al armario y me vestí con lo primero que encontré, que fueron unos pantalones vaqueros marrones que me ponía siempre en las ocasiones especiales. El problema eran las camisetas que las tenía todas arrugadas porque me daba mucha pereza plancharlas, entonces no me quedó más remedio que ponerme cualquiera porque estaban todas igual.
Llegué tarde, y cuando llegué allí todos estaban esperándome, sin embargo, mi hermano no me regañó, si no que estaba contento, cosa que me pareció extraña. Al parecer no éramos 3, si no 4. La novia de mi hermano se había traído a una amiguita.
¾      Hola Gus, soy Mery encantada.
¾      Hola Mery

Era una cerdita preciosa. Tenía los labios pintados de rojo, los ojos claros grandes y redondos, el cabello largo y oscurito, llevaba las pezuñas pintadas de rojo, a juego con sus labios y encima se había echado colonia. En ese momento me sentí avergonzado debido a las pintas que llevaba. Lamenté que no me lo hubieran advertido, - No es justo!- pensé.
Nos sentamos todos en la mesa y comenzamos a cenar. Mi hermano había preparado una ensalada con zanahoria, tomate, atún y otras verduras. La cena no es que me apasionara mucho dada la escasez de sabor dulce, pero por una vez en la vida comencé a cenar finamente utilizando el cuchillo y el tenedor. Mi hermano y su novia comenzaron a hablar de sus cosas mientras que Mery y yo cenábamos en silencio. Mi hermano para que empezáramos a hablar un poco me preguntó que había hecho toda la tarde, pregunta que iba con puya. En ese momento me volví a sentir avergonzado de nuevo, y no respondí con una verdad:
¾      Pues he estado aprendiendo a cocinar y me he hecho un pastel de fresa.
¾      ¿En serio? Qué gran noticia. – Respondió mi hermano.
¾      Me encanta el pastel de fresa! - Respondió Mery sonriendo e ilusionada.
¾      Hala qué bien! Pues ya tenemos algo en común – Respondí yo. Y me reí.
Todos nos empezamos a reír. De repente, el teléfono del salón comenzó a sonar. A esas horas siempre era padre que solía llamar a mi hermano para hablar del duro trabajo en la huerta. Mi hermano se levantó a por el teléfono y su novia le acompañó. Me quedé a solas con Mery.
¾      Pues me alegro un montón de que cocines, eso demuestra que eres chico aplicado. - Me dijo Mery.
¾      Si, si, bueno, bueno...- contesté rascándome el pelo.
¾      Pues que sepas que tu hermano me ha dicho donde vives y todos los días paso por al lado de tu casa para ir a mi huerta. ¿si quieres mañana me paso un momento y pruebo de tu pastel?
Me encantaría poder decirla que sí, pero no era una buena idea ya que le había mentido. Yo no había hecho ningún pastel y mi casa era una auténtica pocilga.
¾      Uff es que mañana no creo que pueda ( me sentí otra vez muy mal)
¾      Ah!! jolín pues entonces nada – respondió Mery desilusionada.
Madre mía, pero que hago rechazando yo a esta cerdita tan maravillosa. Quien sabe cuando volveré a tener una oportunidad así. Quizás nunca. Me sentí muy mal, si supiera cocinar mañana podría pasar un maravilloso día y conocer a la gran Mery. Pero no solo era cocinar, era la casa en general. Sin embargo no podía soportar su carita de desilusionada de Mery, ella no se merecía eso. Entonces, sin saber cómo, de mi boca salieron las siguientes palabras:
¾      Bueno, igual puede que a partir de las 5 de la tarde esté libre.
¾      Genial! Pues allí estaré! Nos lo pasaremos muy bien! - Respondió Mery muy contenta e ilusionada dando palmitas.

En ese momento asumí que me iba a levantar a las 7 de la mañana, arreglaría el tejado, limpiaría toda la casa entera y que aprendería a planchar y a cocinar yo solito.

Mi hermano y su novia llegaron y el resto de la cena fue bastante normal. Yo estaba muy callado pensando en todo lo que tenía que hacer mañana por la mañana.

CLIIN,CLIN,CLIN,CLIN... El despertador sonó, pero yo ya estaba despierto. Aun así me lleve un susto porque lo había puesto el volumen al máximo para que no hubiese ninguna posibilidad de quedarme dormido. Mis ganas de levantarme eran totalmente nulas, deliraba con seguir acostado tan a gusto arropado y calentito entre mis sabanitas, las excusas bombardeaban mi cabeza una detrás de otra pum pum pum! Pero cada vez que se me venía la imagen de Mery a la cabeza nacía de mí una fuerza interior capaz de aniquilar cualquier excusa.

Lo primero a lo que me dediqué fue a arreglar el tejado. Cogí unas cuerdas muy muy fuertes, me subí a la escalera y uní bien fuerte las dos vigas de madera que sujetaban el techo. Eso ya no se caería jamás. Luego lo tapé con unas tablas de madera y di varias capas de pintura con un pincel. Quedó muy bien y en total tardé casi 3 horas.

Después me dediqué a recoger toda la casa, la ropa sucia, cambiar las sábanas, quitar el polvo de los muebles, barrer las migas del salón. Limpiar y desatrancar el fregadero y el baño. Dejé la casa como diría padre “como los chorros de loro” Si padre me viera se sentiría orgulloso de mí. Tardé 3 horas en todo aquello y ya eran las 13:00. Ahora tocaba lo más difícil, el pastel. Abrí la nevera y lo único que tenía era chocolate blanco, helados, pizzas de microondas y una manzana para compensar  mi mala alimentación. Tenía que ir al pueblo lo más rápido posible a comprar algo porque un pastel de pizza no creo que fuera un buen invento. Cogí la bicicleta, sí aquella bicicleta nueva que me regalaron hace 2 años para ir a la huerta y no utilicé nunca. Fui pedaleando hacia el pueblo corriendo a toda velocidad con las ruedas desinfladas, sudando como un cerdo, todo cuesta arriba y completamente sofocado. Llegué a una panadería y pedí los 5 ingredientes que se me habían ocurrido: Pan, nata, fresas y sílopes de fresa y chocolate. Cuando salí de la panadería, la bicicleta ya no estaba. Alguien se la había llevado. Una lástima porque para volver era todo cuesta abajo y al final me tuve que ir a casa haciendo footing, otra vez sofocado y con las bolsas de la compra porque no me daba tiempo.

Llegué a casa, bebí mucha agua, dejé las bolsas de la compra y me noté algo ligero. Es posible que con tanto ejercicio de golpe uno pudiera incluso llegar a perder peso en una mañana.
Eran las 2 de la tarde y me quedaban 3 horas para hacer el pastel. Comencé con el pan, le di la forma que yo quería y cuando terminé lo rellené de nata. Por arriba le di otra capa de nata, puse las fresas y eché los 2 sílopes escribiendo del nombre de Mery. Luego tuve que hacerle una foto.

Ya eran las 4 cuando terminé, el pastel estaba listo, todo perfecto y aún faltaba una hora hasta que viniera Mery. Me fui a duchar ya más tranquilamente, preparé ropa limpia, y mientras planchaba un polo gris que me iba a poner. Estaba muy contento, sabía que en breves instantes estaría compartiendo un dulce pastel con la guapa Mery solos en mi casita limpia. Por ello mientras planchaba escuchaba la canción de Nancy Sinatra “This boots are made for walking”. Para motivarme y animarme todavía más. Hacía años que no me sentía con tanta energía.

Eran las cinco menos cinco y me senté en el sofá a esperar que llegase. Estaba un pelín nerviosos y no paraba de mover una pierna. De repente sonó el timbre de la puerta y fui inmediatamente a abrir la puerta. Al abrir apareció mi hermano que quedó completamente alucinado al ver mi casa. Entonces me dijo:

- Hermano mío, lo siento mucho, Mery no va a venir. En realidad todo esto era un montaje nuestro para que espabilaras un poco y para ver si eras capaz de recoger la casa tu solo y no ser tan vago.
Automáticamente cerré la puerta de mi casa, aún sin todavía haber borrado la sonrisa con la que la abrí unos pocos segundos antes. Mi mente se quedó paralizada con la información que acababa de recibir.
– No puede ser-, -Esto no puede ser verdad, ayer a la chica se la notaba mucho que quería venir-, - Tiene que ser una alucinación mía-. Pensé.

Volví a mirar hacia la puerta y en vez de abrirla otra vez, miré por la mirilla para asegurarme de que todo había sido una alucinación. Pero no, no lo era. A través de la mirilla puede volver a observar a mi hermano mirando a la puerta, bastante serio y con cara de creer estar dándome una lección de vida. En ese momento supe que era verdad, que por desgracia no era una broma, que yo a esa chica no iba a volver a verla nunca.

Fui despacito caminando hacia el salón mirando al suelo hasta sentarme en el sofá. Después, observé el sofá durante unos instantes. Estaba perfectamente limpio, con los cojines perfectamente puestos y encajados, sin una sola arruga en la fina manta de algodón que lo recubría, sin un solo resto de una sola miga de pan o mancha de cualquier otro día. Después observé el resto de la casa, limpia, con un olor nuevo, limpio y sano. El techo perfectamente arreglado con la pintura ya seca, que a diferencia del anterior producía una sensación de seguridad, sencillez y originalidad.  Comencé a creer en verdad, que mi hermano tiene razón, que he sido un vago toda mi vida y él, aunque de muy mala manera, me ha dado una lección.

Momentos después, la puerta de mi casa se abrió y mi hermano entró a casa. Al entrar, al mismo tiempo que él también alucinaba por como yo había dejado la casa, sonreía porque la razón estaba de su parte. Entonces se acerco a mí y me dijo:
- Hermano mío, se que puede parecer cruel lo que te hemos hecho, pero padre y yo ya no sabíamos que hacer contigo. Últimamente no te da la gana venir a la huerta. Tienes la casa hecha siempre una pocilga. Pero después de esto, ya no te vale la excusa de que tu solo no puedes hacer todo. Has demostrado que con esfuerzo puedes hacer todo lo que te decimos. A sí que mañana por la mañana tienes que ir a la huerta que hay mucho trabajo que hacer. A demás tú tienes mucho trabajo acumulado por haber faltado tanto estos días.

De alguna forma las palabras de mi hermano me hirieron y en ese momento no supe rebatirle tanto argumento lógico lo que me hizo sentir muy frustrado y mal. Sin embargo, después de oír a mi hermano decirme todo eso comencé a comprender lo que ocurría en realidad:

 Yo no era ningún vago y ninguna persona es vaga. Lo que pasa es que toda la vida las personas mayores me han dicho lo que tenía que hacer porque ellos, por el hecho de ser mayores, han creído que sabían que era lo mejor para mí.

Desde que era muy pequeño, ellos han querido decidir cómo tendría que ser mi vida, mi futuro, incluso mi personalidad, sin tener en cuenta mis talentos y las cosas que más me motivaban hacer. Crecí pensando que por ser pequeño era un ignorante y que obligatoriamente tendría que aprender de los mayores y buscar una persona de referencia para “llegar ser alguien”, cuando en ese momento yo ya era alguien.

Crecí haciendo a desgana lo que los demás me decían que tenía que hacer según ellos por mi bien, en muchas ocasiones sacrificándome y esforzarme por cosas que a día de hoy, ni me han hecho más feliz, ni me han servido prácticamente para nada. Cuando en la escuela me alegraba al aprobar un examen, no lo hacía por haber aprendido algo, lo hacía por el peso y la presión que me había quitado de encima al no tener que repetirlo más.

Ahora no sé nada de mí, ni lo que me gusta, ni lo que se me da bien ni nada, ni si quiera tengo personalidad, no me conozco a mí mismo, no sé quién soy, y lo único que me motiva en mi vida es el placer de la comida, de la bebida, del sueño y del sexo.


Verdaderamente no existen las personas vagas, existen las personas desmotivadas y las personas que todos los días se ven obligadas a recorrer un camino que no es el suyo.

sábado, 10 de octubre de 2015

Historia para leer a niños de 4º, 5º y 6º de Primaria

En esta nueva entrada voy a publicar una historia que escribí en el més de febrero en el que estuve haciendo mis primeras prácticas de magisterio en el colegio Torrevilano, que se encuentra en la zona del ensanche de Vallecas. Este colegio tenía un proyecto en el que se trabajaba la inteligencia emocional y cada semana trabajaban una emoción diferente. Una de las semanas que yo estuve, el colegio trataba la emoción de la IRA y pregunté a mi tutor de prácticas si para participar podía escribir una historia al respecto para leerla en alguna clase. Escribí esta historia que titulé "La historia de Daniela" y al día siguiente la leí en varias clases de 4º y 5º de primaria. Ese mismo día en el recreo de la mañana se me acercaron varios niños y niñas de clase para decirme personalmente que les había encantado la historia y que les había sorprendido mucho el final.  Por ello creo que puede ser buena para contarse en las aulas con fines educativos, o por lo menos la idea principal, y también que debería compartirla en algún sitio.



La historia de Daniela

   Daniela era una niña de 11 años, que vivía en una casa con un patio enorme, en las afueras de Madrid. Era una niña muy inteligente y desde muy pequeña le habían encantado los caballos. Su padre trabajaba en un establo con varios caballos, y en el que había una yegua de color marrón muy clarito y el pelo negro que se llamaba Dulce. Aquella yegua era sin duda la preferida de Daniela, que desde el primer día que la vio, se dedicó a cuidarla y a pasear con ella.

Los fines de semana, Daniela solía irse al campo con su padre a dar una vuelta a caballo, o a clases de hípica. Sabía montar muy bien, y daba enormes saltos con duce que dejaba boquiabiertos a los monitores de hípica. Ella sola se había encargado de enseñar a su yegua a saltar.

Un día, su padre se enteró de que había una competición de saltos en la que podría participar y donde ella podría demostrar todas sus habilidades con su yegua. Decidió contárselo a Daniela por si quería participar y esta, llena de ilusión, dijo que quería participar en aquella competición de saltos y que se iba a preparar para ganar.

Daniela fue con su padre a inscribirse para la competición y mientras su papa rellenaba unos papeles, Daniela se puso a hablar con otra chica que se llamaba Esperanza y al parecer era la que todos los años ganaba y que era la hija de la directora de la competición. Esperanza sabía que Daniela era una chica excelente, que sería una gran rival y que incluso podría ganarla sin problemas. Entonces para Desmotivar a Daniela, Esperanza comenzó a insultarla, a decirle que su yegua era fea, torpe y que había que saber montar muy bien a caballo para participar en la competición. Pero Daniela que era más lista, sabía perfectamente que su yegua era preciosa y que era lo suficientemente buena como para ganar aquella competición, así que después de escuchar las absurdas criticas de esperanza, se marchó diciéndole – Bueno, te veré en la competición-

Un día antes de la competición, el padre de Daniela recibió una llamada de la directora de la competición de saltos anunciándole que la competición se había suspendido y cuando se lo dijo a Daniela esta se llevó una gran desilusión.

Al día siguiente, un amigo de Daniela llamó a su casa para preguntar porque no había asistido a la competición de saltos y por lo visto, al final, si se había celebrado una competición de saltos en la que esperanza, ganó. En ese momento Daniela se dió cuenta de que le habían engañado, para que no participase en la carrera. En ese momento se enfureció por dentro y tenía mucha rabia por dentro. Se dirigió con su padre inmediatamente a la competición y cuando llegó se encontró a Esperanza haciéndose fotos con la directora y con su nuevo trofeo. En ese momento, Daniela se enfureció muchísimo más, sentía mucha ira y muchas ganas de acercarse a Esperanza, decirle que no se merecía ese trofeo y tirárselo al suelo. Al final no pudo contener toda su ira y fue a por ella.

Sin embargo, mientras Daniela se acercaba a ella pensó – Espera un momento, si yo ya sé que soy capaz de realizar saltos magníficos y que mi yegua es excelente ¿Para qué voy a tener que preocuparme en demostrárselo a esta chica? No necesito su reconocimiento ni el de los demás para vivir a gusto ¿Y para qué voy a romperle el trofeo? Tampoco necesito un trofeo para demostrarme a mi misma lo buena que soy, ni para disfrutar de lo que hago. ¿Para que voy a complicarme la vida tontamente? ¿Para que montar aquí un escándalo? Me da hasta pereza y todo fíjate-.  En ese momento, la ira y la rabia que sentía Daniela desapareció tan poco a poco como pudo empezar a experimentar una cómoda sensación de paz, tranquilidad y satisfacción que no quería alterar. Como en ese momento ya estaba demasiado cerca de Esperanza y de la directora,  Daniela ya aprovechó para darle la enhorabuena a Esperanza, acción que la dejó perpleja a ella y a la directora. FIN

Nota: Aunque personalmente creo que para cuidar una buena salud emocional en los niños las emociones no deberían ser reprimidas, y a ser posible, todas las emociones deberían ser expresadas, incluyendo la ira (solo que esta especialmente se ha de aprender a canalizars) por motivos de evidente polémica decidí no tratar esta emoción de una forma profunda. Consideré la fácil opción de que el personaje principal tuviera una gran autoestima y salud emocional, para destacar ese aspecto a la hora de resolver la situación, cosa que creo que a los niños más les gustó.